
Fuera de una finalidad de investigación pura, había una terapéutica", dice.
Para eso, esta profesora -y su equipo, donde la secundaba el psiquiatra suizo-italiano Francesco Bianchi-Demicheli- se abocó a la prueba irrefutable de su hipótesis: examinar centenares de resonancias magnéticas del cerebro de gente enamorada.
Trabajaron largos meses.
El estudio se completó en agosto de 2010. Por primera vez, la ciencia estableció e identificó -vía la tecnología de punta de la resonancia magnética- un abanico de redes corticales asociadas con el amor apasionado.
De paso, los científicos pudieron contrastar en el cerebro al amor sentimental con otros tipos, como el materno.
sofisticado e intelectual Las áreas cerebrales involucradas se identificaron con tal certeza, que un dibujante pudo, por primera vez, colorear un diseño esquemático y ponerle número a cada zona "enamorada".
Stephanie Ortigue explica a seis meses de presentada su investigación científica en The Journal of Sexual Medicine:
"El amor está lejos de ser una emoción, porque puede durar toda la vida. Es un sentimiento mucho más elaborado, sofisticado e intelectual.
Con nuestras investigaciones demostramos que hay varias áreas del cerebro que se activan frente a la sensación de enamoramiento.
Son áreas claves para la emoción y la motivación.
También descubrimos que se alertan áreas cognitivas -por ejemplo, la unión temporo-parietal-, que está sobre la oreja izquierda.
Fue interesante descubrir que, al enamorarnos, no nos percatamos de los cambios en nuestra actividad cerebral, por lo que es una actividad inconsciente.
Sólo detectamos signos físicos: aumento de latidos cardíacos, mariposas en el estómago, sudor.
Esta cualidad del subconsciente indica que cada vez es `tu cerebro el que se enamora apasionadamente`".
"Es tu cerebro el que se enamora apasionadamente", explica la investigadora.
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